sábado, 1 de septiembre de 2012

Semana 35

La importancia de la centralidad

Tiempos raros en el país de los elefantes en el bazar –los reales, los artificiales, los de humo–.  Mientras la economía se estanca, la inflación se devora el poder adquisitivo de las clases populares, el Banco Central y la AFIP ajustan a más no poder el cerrojo cambiario y aumentan la carga impositiva de los sectores medios a pesar de que la soja se vende a precio récord, pero donde la burguesía contratista del Estado y las transnacionales de los agronegocios y la megaminería la levantan con pala; el gobierno, la oposición y los medios –de la corporación oficialista y de la corporación del mal– debaten otras cuestiones más relevantes.

Debemos reconocer que esta semana, La Jefa logró romper el cerco que le había puesto la Corporación del Mal. Obligada a bailar el mambo de la Corporación durante varias semanas, lo que la puso a la defensiva y la expuso a las debilidades de su relato, tuvo que dar explicaciones, que no sólo oscurecen lo que quieren aclarar, sino que, en el país de la demostración constante de poder, son traducidas como demostraciones de debilidad.


Tras la “nacionalización” de la Imprenta del Escándalo para blanquear a la cal al Desprolijo Arribista salido de la Ucede, los aplaudidores volvieron a inflar el globo –ya no tan– de ensayo de la “re-re”. Con artificios tan risueños como el supuesto neoliberalismo de una Constitución Nacional sancionada en el siglo XIX –porque la reforma, de la que La Jefa y Él fueron constituyentes oficialistas, fue una excusa para permitir la relección del  riojano más famoso–, para justificar una reforma “nacional y popular” de la carta magna donde el frepasismo tardío –representado mejor que en ningún lugar en La (agencia de colocaciones) Cámpora– impondrán su curioso criterio de ser ultraliberales en los derechos civiles y reaccionarios en los derechos económicos –para más ejemplos, el proyecto de reforma de los códigos civil y comercial–, además de una noción de fuerte presidencialismo y verticalismo en lo político –una marca registrada del Peronismo–.

Ante la falta de una oposición capaz de ganarle en elecciones limpias, el oficialismo fue presa de una durísima interna abierta el mismo día que reasumió La Jefa. Todos saben que es un “pato rengo”, cuyo poder tiene fecha de vencimiento: los que tienen alguna representatividad propia quieren hacer lo que el Cabezón de Banfield le hizo al Riojano más Famoso, y los obsecuentes profesionales sólo pueden imaginar la perpetuación del orden establecido –porque cualquier cambio de jefazo, aunque sea del mismo signo político, los llena de incertidumbre porque lo único que saben hacer es ser obsecuentes–.

Y se entusiasman más cuando ven que la oposición y la Corporación del Mal muerden el anzuelo de la santacrucización –venezuelización o cubanización, el neologismo elegido revela cuanto más reaccionario es el interlocutor–. Entonces elevan la apuesta y se juegan un pleno: bajar la edad habilitante para votar a 16 años. Lejos de proponer algo realmente revolucionario como fue el voto secreto y obligatorio impulsado por Sáez Peña en 1912 o el voto femenino en 1950 promovido por Evita, tiene más de afán electoralista –muy poco discreto por suerte–. No es sorprendente de quienes nunca hicieron culto de la sutileza, que ponen a la oposición en la encrucijada: oponerse, ante un proyecto que el oficialismo va a hacer aprobar en la escribanía del Gobierno que es el Congreso, es un suicidio político. Así lo comprendieron los progresistas no oficialistas, que anunciaron su apoyo a la medida, y los radicales, que se callaron esperando las reacciones de la opinión publicada para también ponerse a favor. Así no lo entendieron los del Pro y el Peronismo anti-K –en otra muestra de los obtuso e incapaces que son– que se opusieron de una, y ahora no saben cómo arreglarla.

Este debate trae a colación hasta dónde la el debate político en la escuela puede ser propaganda ideológica del partido de Gobierno. Para los oficialistas no existe contradicción no sólo porque son ellos los que están en el poder, sino porque se consideran los únicos representantes válidos del pueblo y la nación. Quienes se oponen a ellos, se oponen a la cultura popular. A lo que ayuda el rancio conservadurismo de muchas expresiones de oposición, en los que se generaliza a todos los que se oponen al gobierno. 

Es que el Peronismo ha logrado recuperar el progresismo que lo caracterizó hasta los 90 –cuando el Riojano más Famoso fagocitó, neutralizó y pulverizó a la derecha como fuerza política–. Al autoproclamarse no sólo de izquierda, sino como único representante legítimo de  esa parte del arco político, ha definido como de derecha o funcional a ella a todo cuanto se oponga. 

La izquierdización –sólo discursiva– es uno de los grandes aciertos de los pingüinos santacruceños: la izquierda, en la oposición, es demoledora, en la proximidad del poder, en cambio, se conforma. Con los presos, con los derechos civiles, con el reconocimiento público de la lucha por los derechos humanos –que el Peronismo olímpicamente ignoró durante 20 años–. Pero también con las delicias presupuestarias de la Revolución Imaginaria. “Del roban pero hacen se pasó al roban pero apresan”.  

La “política de derechos humanos” le otorga finalmente la racionalidad al oficialismo, compromete a la izquierda en la defensa frontal. Hasta el final, que para colmo no debe existir.  Saben los progresistas del frepasismo tardío, que Nuestra César no debe fracasar. Ni pueden aceptar la posibilidad que la fiesta, alguna vez, se termine, que se de vuelta la tortilla, como bien le pasó a la derecha que tan cómoda se sintió con el Riojanismo que al mismo tiempo que la cooptaba, la neutralizaba.

La Jefa ha logrado ponerse en el centro del ring para repartir a diestra y siniestra mamporros a la impresentable oposición y a la Corporación del Mal, que son ahora los que bailan el mambo. Cuando no necesita explicar nada, ni mostrar tapas de diarios para dar cátedra de ética periodística, ni pegarle a algún opositor   generalmente del propio partido de gobierno  , es cuando su “relato” invisibiliza los alambres que lo sostienen.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario