miércoles, 28 de noviembre de 2012

Desde otro punto de vista


De cuestiones privadas y cortinas de humo
Por Berdunsun*, columnista invitado **

Anoche me enteré que el Grupo Clarín elevó una denuncia penal en la que expone cierta confabulación arbitrada por personajes políticos y periodísticos del arco oficialista, tendiente a demonizar la imagen del multimedio y generar un ambiente de violencia alrededor de sus integrantes. «Para protreger a los trabajadores y a sus familias» es una de las expresiones con las que buscan justificar la medida legal. 


Quizás alguno pueda quizás imaginarse que hay una suerte de bulling o abuso, esa condición tan característica de la niñez y así también tan poco atendida, donde un indefenso o en menor condición de oportunidades es presionado por un grupo de poder,  por cuestiones sociales y censurado, al punto de generarle un daño físico y emocional. Bajo esta concepción, la actual gestión de gobierno del Estado sería Nelson y el Grupo Clarín, algo así como el niño de turno a ser golpeado, humillado y burlado. «Ja - ja».

Ahora bien, cualquiera que haya sufrido bulling de chico -me incluyo- puede intentar interpolar ese sentimiento de abandono característico de la humillación, y verá que no hay modo identificarse con el Grupo. El Grupo no es justamente un indefenso. El Grupo está virtualmente en igualdad de condiciones con la actual gestión del gobierno Nacional. 

En esta perspectiva, y haciendo un poco de memoria, la situación sería más parecida a una pareja que alguna vez tuvo una relación muy íntima y, tras su ruptura, apenas sobrevive al recuerdo de estar juntos. ¿Una carta documento para divorcio o algo así? ¿Una denuncia por falta de pago de cuota de alimentos? ¿Una solicitud de distancia por sentirse sometido por la otra parte? ¿Una denuncia por maltrato verbal de la ex pareja?

Antes amigos, ahora acérrimos enemigos, al igual que una antigua pareja que tuvo mucho en común -negocios con el signo de pesos por delante y muchos ceros por detrás, en este caso-, que llegó a mimetizarse mutuamente, a partir de resignaciones mutuas en pos de profundizar la relación, tras la ruptura inevitablemente ahora se odian. El rencor obtenido por la pelea provoca ese rechazo fundamental a evocar el pasado juntos. Ese irresponsable «vos hiciste eso de mí y ahora no soy más» característico de quien haya visto esta situación incómoda a nivel personal se reproduce a nivel corporativo. Y los que se pelean a ese nivel fundan ese estado emocional de profunda conmoción en una pérdida primordial de la confianza, de la lealtad, en una lisa y llana traición. Es evidente que los negocios no soy muy distintos al amor. 

Cuando el vínculo está roto tras una confrontación, las partes se sienten ultrajadas y con ello lo peor de cada uno sale a relucir. En una necesidad imperiosa de borrar de le memoria al otro, se hace todo lo contrario, presentando una ofensiva que durará días y noches hasta ver al otro abatido, vencido, al punto de rogar piedad. Y sólo allí termina la embestida. Cuando uno gane y el otro pierda.

Colocar en esta lista de agresores a lo más hediondo del armado político no me parece incorrecto. La verdad hasta me hubiera parecido pintoresco e interesante, por poco fructífero que llegar a ser. Pero es innegable que agregar a la lista negra nombres de periodistas pasa de gris claro a gris oscuro. El Grupo, que tanto vitorea el derecho a expresión, que tantas banderas (de papel nomás) levanta en nombre de la opinión particular y distinta, ahora se pone la camiseta del censor y viene a hablar por la voz de la corrección. 

No hay una ley que te condene por muy alcahuete, obsecuente, lamebotas o inconsciente que seas, uno tiene libertad a expresarse del modo que se le ocurra. Desde la reflexión hasta la compra de espejitos de colores. Si en ello hay escondidos en menor o mayor medida intereses económicos, políticos, faccionalistas, religiosos, o lo que fuere, queda en el lector escoger qué le sirve y qué no. Considerar al tipo común un nabo que come vidrio ha desembocado en que muchos adhieran a esta forma facilona de recibir al mundo. «Vos sos muy tontito para entender lo que pasa, así que nosotros te lo explicamos» sale de las bocas de más de un comunicólogo. La función del lector trasciende la lectura dócil, la que sigue el relato, y debe completarse en su visión del mundo. He allí la responsabilidad del que recibe y depende de él hacerse cargo de qué va a hacer al respecto. Así como Canal 13 se llena la imagen de spots donde te invitan a elegir «no comprar más el diario» si no te va su línea editorial, también depende del 5% de rating de 678 cambiar de canal. De nadie más.

Es simplemente vergonzoso. Clarín debe llamarse a la razón y deponer esta actitud, que lo único que hace es manchar más el -ya bastante manchado- oficio del periodismo en este país. De querer sostener una postura realmente crítica, hay problemas muchísimo más graves que atender, y el Grupo no hace más que mostrar la hilacha con este tipo de actitudes. Seamos francos: con este conflicto de negocio no se hace más que disfrazar como grandes causas los verdaderos intereses de una y otra parte: los dividendos a obtener (venta de productos y facturación del servicio de videocable por un lado; fraude, corrupción y poder por el otro). 

Así que invito a tomar distancia de estas cuestiones privadas y a no comprometerse con los desvaríos de la emoción violenta. A no comprar causas infértiles, que te convierten en un número que autoriza cualquier barrabasada. No nos subamos al caballo de esta confrontación vacía de contenido y de evidente violencia en ascenso, porque no lleva a ningún buen puerto. 

Haciendo eco de la declaración de Horacio Verbitsky, presidente del Centro de estudios legales y sociales, a cargo de la defensa de los periodistas acusados, «la intimidación al periodismo, contra la libertad de expresión, es igual de grave si la ejerce el Estado o una empresa».


Ciudad de Buenos Aires, Veintisiete de noviembre de dos mil doce

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* Berdunsun es el seudónimo de Claudio Ariel Berdún, ingeniero industrial recibido en la UTN FRA, actual estudiante de Licenciatura en Letras en UBA, lector ávido, escritor ocasional. Radica en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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