viernes, 23 de noviembre de 2012

El sexo en la historia (3° Parte)

Egipto Caliente 
(tercera parte)

El último capítulo de las anécdotas y curiosidades más picantes de la antigua civilización de las pirámides.





Entre padres e hijas: Los casos de incesto no faltaron en la realeza egipcia. Amenofis III se casó con su hija Simatón, que llegó a ser su esposa principal aún en vida de su madre Tiye, que también ostentaba ese título. Su hijo, Akenatón se casó con dos de las seis hijas que tuvo con nefertiti: Meritatón y Anjesenpatón. Éstas fueron a su vez madres de Meritatón II y Anejesenpatón II, respectivamente; y cabe que Akenatón sea el padre de ellas también. En la siguiente dinastía, tres hijas de Ramsés II, Bintanat, Meritatón y Nebettaway, llegaron a compartir su lecho, y alcanzar el rango de esposa principal.

Matrimonios y algo más: Ramés II fue el faraón que decidió contraer matrimonios diplomáticos, esto es, casarse con princesas extranjeras con el propósito de consolidar alianzas geopolíticas. Se sabe que desposó a la hija del rey de Babilonia, a la del rey de Siria y dos princesas hititas. Este gran faraón tuvo más de un centenar de hijos.

Ir al grano: Las egipcias orinaban a diario sobre diferentes granos de cereales para saber si estaban embarazadas y adivinar el sexo del futuro bebé. Si no germinaba algún grano, la mujer no estaba embarazada; si germinaba primero la cebada, el futuro bebé sería varón, y si lo hacía el trigo, sería una nena.

Títeres picantes: Durante el festival de Osiris –el dios de la fertilidad–, las mujeres marchaban en procesión por las aldeas cantando himnos en su alabanza y portando muñecos de unos 40 cm de altura. Éstos títeres estaban dotados de un gran falo que era puesto en movimiento mediante un sistema de sogas y palancas.

Se casó con el nono: En la XVIII Dinastía, Ay se erigió faraón a una edad muy avanzada y se casó con Anjesenamón, la viuda de Tutankamón. Probablemente el enlace real no le hizo mucha gracia a Anjesenamón, puesto que en realidad se casaba con su abuelo.

No tan casta: A partir de la XXI Dinastía, el título esposa de dios Amón o mano de dios, que hasta entonces se concedía a la consorte del faraón, fue transferido a una hija del rey. La joven se convertía así en la esposa consagrada del dios tebano, lo que implicaba una total abstinencia sexual. Una de las agraciadas con este voto de castidad pero no supo mantenerlo fue Mekare, supuesta hija del rey tanita Psusenes I. Su momia fue hallada en Deir el-Bahari junto con la de un recién nacido, lo que sugiere que murió durante el parto.

Ni un pelo de tonto: La calvicie era considerada una terrible desgracia y, más que remedios contra la alopecia, existían pócimas y conjuros para causar la caída del cabello como venganza o despecho. En el Papiro de Ebers se describe uno de estos preparados alopécicos: “impregnar con aceite unas hojas de loto quemadas y colocarlas en la cabeza de una mujer odiada”. Pero también había antídotos, como era invocar al dios Atón y aplicarse en la calva grasa de tortuga y de pata de hipopótamo.

A la hora de dar a luz…: Las mujeres daban a luz sentadas sobre un taburete de nacimiento, un asiento con un agujero por el que pasaba el recién nacido. También parían agachadas sobre cuatro ladrillos rituales.

Cabelleras seductoras: el cabello y los peinados encerraban un fuerte significado erótico. Las egipcias se arreglaban con esfuerzo para encontrarse con la persona amada. La enorme sensualidad del cabello quedó reflejada, por ejemplo, en el cuento El broche de turquesas , en el que el faraón Snofru se divierte con “veinte muchachas de pechos bien formados y cabellos rizados”.

En el lago dorado: Como muestra de amor a su esposa Tiye, Amenofis III mandó construir un lago artificial en Daruhe. Fue inaugurado por el propio faraón en la barca real llamada esplendor de Atón.

¡Hablá nene!: Aunque todos los hijos eran bien recibidos, las parejas egipcias deseaban tener un hijo varón. Fuera nene o nena, se mostraban muy interesados por conocer su futuro, que venía determinando por una pléyade de siete divinidades llamadas Hathores. Éstas, según dictaba la tradición, permanecían invisibles en la cabecera de su lecho y se dictaminaban cómo sería su muerte. El papiro médico de Ebers registra algunas señales que permiten adivinar el destino de neonato: si éste dice Hii, vivirá; pero si dice Mbi, o si vuelve su rostro hacia el piso, morirá con toda seguridad.

Botín de guerra: En el año 1.300 aC, el rey Menephta volvió a Karnak después de derrotar a los libios. Como prueba de la victoria trajo los miembros viriles de 13.000 soldados adversarios caídos en la batalla. Una inscripción en un monumento en Karnak detalla la procedencia de los mismos: entre otros, 6 pertenecieron a generales libios; 6.359 a soldados libios; 222 a sirculianos; 542 a etruscos; y 6 a griegos.

Estoy libre: Desde su adolescencia, las muchachas llevaban un cinturón con elementos de oro en forma de valva como distintivo del soltería y protección.

Días buenos u hostiles: El calendario egipcio estaba dividido en días buenos, amenazadores y hostiles que condicionaban las actividades cotidianas. en lo que respecta a los días nefastos, las relaciones amorosas debían evitarse. Por ejemplo, el decimonoveno del primer mes de perit –en el que Ra levantó el cielo con sus poderosos brazos– y algunos días del calendario, los hombres no podíoan acercarse a las mujeres sin correr riesgo de contraer terribles infecciones.

Deseo concedido: Al menos en las clases altas, los esposos dormían en habitaciones separadas, lo que a veces demoraba la concepción. en el Príncipe predestinado, el autor cuenta con una alta dosis de inocencia cómo un faraón estaba muy apenado por no tener ningún hijo varón. Pidió a los dioses, y éstos lo complacieron: el faraón pasó una noche con la reina y ésta quedó embarazada.

Vestimenta masculina: La reina Hatshepsut (c. siglo XVI aC) aparece en sus representaciones siempre vestida de varón, seguramente para hacerse respetar. su hijastro Tutmés III la eliminó de la lista de los faraones cuando subió al trono.

Parejas desparejas: Los enlaces de hombres y mujeres de edades muy diferentes no eran raros. Por ejemplo, el escriba de la era ramésida Kenherjepeshef, de Deir el-Medina, se casó a los 45 años con una jovencita de 12 llamada Nanajt; y la reina Mutnodyemet de 50 años, contrajo matrimonio de conveniencia con el general Horemheb, que no pasaba de los 30.

Lazos de sangre que se prolongaron en el tiempo: Los novios egipcios efectuaban ritos mágicos para reforzar el compromiso de amor. en un texto del Egipto tardía puede leerse lo siguiente: "Para confeccionar un filtro de amor, basta extraer un poco de sangre del segundo dedo cercano al meñique de la mano izquierda". Algunos expertos piensan que éste es posiblemente un antecedente de por qué en muchos países los anillos de compromiso y de matrimonio se colocan en el dedo anular izquierdo.

Vudú para esa simpática señora: Para deshacerse de la amante de la amante del marido o de una competidora amorosa, las egipcias recurrían a ritos maléficos, como modelar una pequeña figura de terracota o cera a imagen y semejanza de la persona a la que se quería perjudicar, y atravesarla con alfileres y agujas. Este tipo de efigies iban acompañadas por un texto y se colocaban sobre la tumba de un fallecido de forma prematura o violenta.

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