martes, 11 de diciembre de 2012

Opinión


Que se termine con el verso del 7D ya!

Con la novela del 7D el Gobierno lo que buscó ante todo fue poner un elefante atractivo a los medios y los políticos para distraer la atención de todos. Desde el primer post, en mayo, dijimos que el problema principal de los K es el agotamiento del viento de cola. Una seguidilla de errores propios y un cambio en el contexto de la economía mundial ha llevado al gobierno de la presidenta Fernández a buscar soluciones en la sobrevaloración de la discusión política, donde le lleva las de ganar a una impresentable oposición y al carente de credibilidad del Grupo Clarín.


Pero durante el año el estancamiento de la economía se convirtió en una realidad tangible. Este año la destrucción de trabajo le ganó a la creación en velocidad y hasta el intervenido Indec tuvo que reconocer una leve alza del desempleo. El ajuste en las provincias detuvo la generación de nuevos puestos en los estados provinciales (donde el sector público, en muchos lugares, es el mayor empleador); la pesificación forzosa detuvo al mercado inmobiliario que, a su vez, detuvo el boom de la construcción (que general mucho trabajo en blanco, y mucho más en negro); la prohibición de la extranjerización de las remesas para las trasnacionales produjo una retracción fuerte en las inversiones de estas compañías en el mercado local (que amenazan ahora no invertir un solo peso en 2013 si no se les permite enviar sus ganancias a sus casas matrices); y el férreo control de las exportaciones que quitó insumos y bienes de capital fundamentales, que frenaron a parte de la industria y el comercio; son algunos de los factores que repercutieron fuertemente en el aumento de la desocupación, y en el estancamiento de la economía.

La inflación no sólo quita poder de ahorro, sino que ya es un freno al consumo. La mayoría de la gente este año no tuvo aumentos que superaran el índice de inflación (y en muchos casos los aumentos fueron menores a los valores nominales porque muchos trabajadores quedaron dentro del mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias). Para colmo el Gobierno trató de justificarse exacerbando el clima de enfrentamiento social entre los sectores medios y populares, como si la oposición de los primeros al Gobierno fuera una mezquindad frente a los segundos que están al borde de la pobreza y de la exclusión social (para los que el “modelo” sólo tiene para ofrecer asistencialismo social casi universal, y a los que amenaza constantemente con la quita de esa ayuda perdieran el poder).  

Las paritarias de 2013 van a arrancar con una distorsión muy grande entre lo que los trabajadores necesitan para reponer su poder de compra real y lo que el Gobierno pretende conceder al sector trabajador. Le quieren dar un aumento del 20% nominal más un 5% de aumento del mínimo no imponible para “cubrir” la inflación de 2012 (que será no menor del 25%), sin compensar las pérdidas que impuso el retraso de la elevación de ese mínimo durante este año que le significó al Estado un ingreso extraordinario vía la confiscación de salarios por el impuesto a la ganancia al tiempo que la inflación también se come el poder adquisitivo de los trabajadores. 

La inflación va a ser creciente en 2013. Ya tenemos la presión pasada, que es elevada (interanualmente más del 23%), a esto le tenemos que sumar la devaluación del paso (que será para 2012 del 15%, y ya se prevé para fines del año que viene que vaya de $ 4,80 a $ 5,80). Tenemos que sumarle el retiro de los subsidios a los usuarios de clase media-media y media-baja de servicios como luz y gas que va a repercutir con el consumo también. Otro límite que han alcanzado muchos consumidores es el del endeudamiento posible con sus tarjetas de crédito. Mucha gente ya llegó al límite y ha debido refinanciar con tasas mensuales de más del 3%, que los inhibe de seguir consumiendo por la vía del financiamiento de las compras minorista.  

El Gobierno apunta a recaudar por la doble vía del impuesto al salario y al consumo. Por eso los sindicatos no deberían ponerse a discutir los salarios de entrada, sino la elevación del mínimo no imponible que debe ir a $ 11.000 como mínimo. Eso no es una pérdida de la recaudación del Gobierno, sino que es una reposición de una injusta confiscación del ingreso popular por parte del Estado (que no subió el mínimo no imponible conforme a la inflación, que sumado el recorte de las asignaciones familiares y la mula que hicieron con el último aumento a las jubilaciones, donde se dio un aumento 3 puntos porcentuales por debajo de lo que la Ley de Movilidad que el propio Gobierno hizo aprobar en el Congreso, dan $ 18 millones de pesos extra que el fisco recaudó confiscándole a los sectores populares).

Mientras tanto sigue la clase política (oficial y opositora) y los medios siguen enroscados en la batalla entre el “modelo” y la “corporación mediática” (devenida en enemigo público nro. 1 y culpable de todos los fracasos y errores de la historia contemporánea). Batalla en la que el Grupo Clarín rifó toda la credibilidad y seriedad de la que podía jactarse y el Gobierno en su afán y desmesura pone en riesgo al sistema republicano con un ataque desmesurado al Poder Judicial. Mientras como decíamos en mayo:  

Un solo elefante es agresivamente notorio. Pero, si los elefantes son muchos, en la ciudad pasan inadvertidos. No se sabe bien a qué elefante mirar. Ni distinguir entre el elefante principal y los elefantes accesorios. Entre la manada, "todo da igual, nada es mejor”. 
[...] 
Vemos que la guita rinde menos, que las paritarias se empezaron a resolver recién ahora y que hay mucho menos laburo que en el país de la propaganda política que pasan en las transmisiones de fútbol y en los medios de la corpo del bien. El mayor “logro” transita por la ciudad como un elefante rengo y bastante golpeado por la calle principal, y por más guirnaldas de colores y moños que le pongan sólo no lo ven los muy fanáticos o los que no quieren admitir que pueden estar equivocados.
[...]
El asunto es que no puede verse todo desde la perspectiva de 2001. Ya ha pasado una década. Tenemos que ver las cosas que no se hicieron, las que se ejecutaron mal y las que lamentablemente ya no pueden ser reparadas. Si no hacemos eso, estamos falsificando el análisis de la política.

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