sábado, 22 de diciembre de 2012

Semana 51


Con nafta no se apagan los incendios

En el país de los elefantes, luego del amague del viernes pasado la Justicia le extendió la cautelar a la Cadena Ilegal Nacional del Desánimo, del Mal y de los Enemigos de la “Patria” y los Ladriprogresistas sangran por la herida. Hasta transformaron la aprobación de la nueva Ley contra la trata, que ellos mismos cajonearon por un año, en un patético concurso de obsecuentes genuflexos para ver quién tiraba la frase más ingeniosa para responsabilizar de los males de la “Patria” al perverso Poder Judicial –claro en 29 años de democracia el peronismo sólo estuvo en el gobierno desde el 10 de diciembre pasado y dependen del favor de la, también maligna,“opo” para aprobar un proyecto de ley porque no tienen mayoría en el Congreso, ¿o no?–. Pero acá las cosas cambian de un día para el otro, y la nueva “epidemia Bariloche” agarró desprevenidos a los servicios de “inteligencia” y al rambito dolape –que venía agrandado después de comerse de un bocado al ex jefe de la Federal con los incidentes “espontáneos” del día de los bosteros–. Mientras La Jefa huía a la fortaleza de Calafate –a donde va siempre que pasa algo que provoque muertos y heridos– sus voceros salieron a pegarle al otro eje maligno, el del sindicalismo que, además de sobres, quiere puestos en el Gobierno. No les quedó otra, al final, que salir a cachiporrear a “los de abajo”, que en el país de la impunidad y de la sociedad de los giles que quieren ser vivos, ya no los conforman con planes, también quieren plasmas.


“Cachiporras para todos” los que se quieran pasar de vivos. Es hasta gracioso ver los patéticos relatos de ladriprogresistas y opositores echándose la culpa, y descubriendo que los "saqueos no son espontáneos”. Encima algunos con añoranzas de viejas épocas pasadas salen a decir que “saqueos, saqueos eran los de antes”. Claro, porque esos saqueos los organizaban ellos para voltear los gobiernos de otro partido. Encima salen a enrostrar que “los de abajo” se llevan algún electrodoméstico o algún artículo de lujo, para poner de su lado a la derecha reaccionaria que pide palos –tiros, bombas, aniquilamientos, lo que sea–. Y está el ejército de incondicionales militantes de cartulina, que invaden las redes sociales con comparativas de los saqueos "de antes" y los de ahora –¡mamita! antes de hablar, bah, repetir… bah, copiar y pegar, lean un poco muchachos, los libros no muerden–.

“Los de abajo” quieren comer del boom inmobiliario sojero porque ya no les alcanza que –a algunos– les paguen para no laburar mientras ven que los demás consumen –aunque sea poniendo al límite sus tarjetas de crédito– en la costumbre milenarista de reventar las fiestas de fin de año para ver si el próximo viene mejor. Que haya saqueos no sólo demuestra la peor imagen del “modelo” trunco, sino que el Gobierno Nac&Pop ha perdido la conducción moral del bloque histórico –no puede terminar de desguazar a un grupo concentrado después de 3 años de pelea legal y propagandística; no puede evitar que la clase media y los sectores reaccionarios se unan en los bien organizados cacerolazos por los planificadores de la espontaneidad; no puede evitar que se le revelen gobernadores de la propia tropa, trabajadores estatales y fuerzas de seguridad, y después debe negociar con ellos; que ante los casos de corrupción, no sólo no busque dar explicaciones sino que accione burdas operaciones de encubrimiento; un juez estadounidense y otro de una republiqueta africana tienen capacidad de humillar al país con fallos extemporáneos que tratan a un país soberano como una empresa en quiebra, y nos quieren vender como epopeyas nacionales y populares que se puedan revertir esas ilegalidades–. Los ladriprogresistan han perdido autoridad moral ante gran parte de la sociedad, su autoridad se convierte más en una convención formal, que le garantizan los menos simbólicos planes sociales y el nuevo plan “cachiporras para todos”.

Es gracioso ver a los “progres” de cartulina montarse en la indignación puramente clasemedista de ver a uno de “los de abajo” llevarse alguna tele, alguna computadora o alguno de esos bienes simbólicos que son propios del consumo de las capas más acomodadas. Que un cheto de Recoleta o Barrio Norte se incapaz de cualquier empatía social con “los de abajo” es de esperar. A ver cómo te lo explico “progre” de cartulina: si ya cruzaste la delgada línea del delito, robar cincuenta kilos de harina o un LED 42” Full HD da igual. Es más, tiene más lógica: aparte de que nunca podría comprarse uno por vías legales –ni ahorrando toda su vida–, tiene mayor valor de cambio –lo puede hacer 2 o 3 lucas de una, seguramente vendiéndoselo a algún clase media que se cree no solamente vivo, sino que hace la parodia del artista horrorizándose de la delincuencia y del vandalismo de “los de abajo”, pero no lo horrorizan los que evaden impuestos, negrean trabajadores y comprar mercadería robada–. Aparte que va a hacer con los 70 kilos de harina, si se le va a picar antes de que la pueda usar toda –y si la vende, como mucho le darán 300 pesos–. A los de la clase media le revuelve las tripas ver un pobre que puede tener un LED 42” Full HD –y más aún si es robado tan impunemente– porque considera que eso es exclusivo de su clase –del mismo modo que se escandaliza cuando ve en las villas antenas de televisión digital–. Y una cosa más, también en 1989 y 2001 los saqueadores privilegiaron los artículos " de lujo" que los de primera necesidad –no copien y peguen gratuitamente, usen un poco cualquier buscador y se sorprenderán–.

Lo alarmante de que haya saqueos, no es sólo la perversa mano negra desestabilizadora, sino la debilitación de la autoridad simbólica de un ladriporgresismo  que se autodestruye al tiempo que el viento de cola se le convirtió en un frente de tormenta, que no tiene posibilidad de relección legal ni un sucesor potable, y que ante la debacle de su imagen positiva prefiere la lógica del estado de excepción viendo enemigos de la “Patria” –entendida como su continuidad en el gobierno– en cada esquina, habilitando una lógica de excepcionalidad en los medios y las formas de reprimir a los destituyentes. Aparte de que algunos Nac&Pop se creyeron las cifras de inflación, pobreza, desempleo y exclusión que ellos mismos se fabricaron para sus discursos, y se olvidaron de que en esos pocos puntos porcentuales que se “retocan”, mucha gente queda afuera. El ejército de desocupados, además de ser un elemento que permite la sumisión del proletariado, es una sub-clase anómica que, además de operar en las zonas grises de la legalidad establecen, una relación clientelar con el poder del Estado, pero que no es estable ni de sumisión absoluta.

Por eso no basta con contenerlos, sino que los ladriprogresistas jamás deben olvidar la vieja premisa de que gobernar, también es educar. El que gobierna, es as u vez ejemplo y referente. Y si los ejemplos son los de la excepcionalidad de medios y formas, la impunidad y el encubrimiento, y la rapiña y el saqueo del Estado –con “guante blanco” arriba–, no deberían  sorprenderse tanto de la nueva “epidemia Bariloche”.


Los saqueos de ahora (“robos organizados”, según arrancaron en calificar los zócalos de los canales de noticias adictos al kirchnerismo) mostraron, una vez más, cómo frente a un mismo hecho cada uno ve lo que quiere ver. Todos los gobiernos, tanto el nacional como los provinciales y municipales donde se produjeron saqueos –esto alineó a Abal Medina, Scioli y Massa–, coincidieron en negar que se tratara de hechos espontáneos sino de “algo orquestado”. El kirchnerismo atribuyó los saqueos a Moyano, a un sector de ATE y a Gastronómicos. En Bariloche, a las internas políticas de Río Negro alrededor de Pichetto y el gobernador Weretilneck. Además, hubo saqueos en decenas de localidades. El diablo es uno solo pero tiene mil rostros, decía la Iglesia medieval.

Ese pensamiento responde a las necesidades de quienes gobiernan: “Yo no tengo la culpa”, “no es por hambre o necesidad”, “son marginales, delincuentes, vándalos”; pero nunca “el pueblo”, como sí habría sido en 2001.

Al revés, y también en sintonía con sus necesidades, los opositores sostienen que los saqueos demuestran que hay mucha pobreza y que la economía del Gobierno fracasó. Pino Solanas, quien además de líder del FAP fue director de la película Memoria del saqueo (por el de 2001), opinó que “cuando se niega la realidad, se producen estos estallidos (por los de ayer); más allá de que detrás de los saqueos pudiera haber alguna intencionalidad política, esta clase de manifestaciones, como las que se produjeron en 2001, tiene profundas causas sociales porque hay gente que está empujada por la necesidad”.

No es verdad que haya sido sólo pueblo hambriento en 2001; hace 11 años también se robaron electrodomésticos durante los saqueos. Ni tampoco, como sostiene el Gobierno, que hayan sido sólo vándalos los que asolaron supermercados de todo el país.

El dilema del Gobierno es que puede encarcelar a “vándalos” pero no puede reprimir al “pueblo” sin que su discurso caiga en una contradicción mortal. Nuevamente, otro esfuerzo semántico del Gobierno. Si se repitieran estos hechos, tendría que resignificar el año 2001.

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