sábado, 19 de julio de 2014

Semana 29

La memoria agujereada

Buenos Aires, 18 de julio de 1994, calle Pasteur, un edificio, una mutual de la colectividad israelí. Alguien toma la decisión de hacer explotar una bomba y matar a todos los que pueda. A los que estén adentro, a los que estén cerca, a los que deben estar en ese momento y esa hora allí, a los que pasaron por casualidad... A cualquiera. 300 heridos, 86 muertos fue el resultado de las acciones que alguien o algunos decidieron. ¿Por qué pasó lo que pasó? ¿Los problemas de Medio Oriente? ¿Las guerras postcoloniales? ¿La ineptitud del gobierno argentino y sus organismos de seguridad? ¿La psicosis del mundo globalizado post-derrumbe del Muro de Berlín? ¿La natural crueldad del hombre lobo del hombre? ¿La irracionalidad de la política posmoderna? ¿Los faccionalismos, fanatismos y fundamentalismos? Gente común que tenía vidas ordinarias murieron por la decisión de otros en ese lugar a esa hora. En ese preciso instante cientos de personas perdieron hijos, padres, esposos, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, conocidos circunstanciales... Los demás, los sobrevivientes de la AMIA, que somos nosotros que, por fortuna, casualidad, destino, voluntad divina o como quieran llamarle, aquella mañana no estuvimos en ese preciso lugar a esa hora exacta, en su grandísima mayoría, miramos el atentado indiscriminado y sus consecuencias con absoluto extrañamiento. Nos parece algo totalmente ajeno a nuestras ordinarias existencias. Como si hubiera ocurrido a otro país, o como si esa bomba sólo mató a las personas que debía matar. Como, si en el fondo, "por algo será", una vez más, que tuvo que morir un montón de gente. A lo sumo "la ligó" algún inocente "de rebote", por estar circunstancialmente en el lugar equivocado a la hora equivocada. Por culpa, al fin y al cabo, de las otros asesinados que no eran "inocentes".


Hoy se nos viene a la cabeza otra vez una pregunta inevitable: ¿en que va a terminar, si alguna vez llega a su fin, la Causa AMIA? ¿Alguna vez nuestros representantes (el Riojano más Famoso; el Ininputable Fernandito, el Cabezón de Banfield, Él, La Jefa, sus circunstanciales socios, opositores y panqueques borocotizados) se van a preocupar genuinamente por el caso sin intereses de marketing electoral? ¿Realmente cumplirán alguna vez lo que prometen o seguirán prometiendo cosas que nunca harán a una sociedad con la memoria agujereada? La respuesta siempre es la misma: "esta vez sí va en serio", "vamos a hacer historia"... 

Aquella mañana de invierno, una bomba dejó escombros... Escombros de la sede de una mutual isrealí... Escombros de varios edificios... Escombros de la civilización... Escombros de las impotencias de nuestra sociedad... ¿Para qué sirve vivir en un país donde nunca se resuelve nada? Que no se descubren los culpables, ya lo sabemos. Que no se encontrarán a los culpables, ya lo imaginamos. Que la AMIA dejó ese agujero permanente como si fuera el anti-monumento a la condición humana. Porque sí, la AMIA nos interpela a todos. La AMIA habla. Pero habla sólo de cosas malas. Por eso no la queremos escuchar... Habla, en general, de la maldad humana. De quienes ponen bombas; de quienes teniendo el mandato y poder de detenerlos, se vuelven sus cómplices; de quienes no tienen interés en evitarlo... Habla de la muerte, la corrupción, la injusticia, la impunidad... Ese agujero no sólo nos recuerda que allí funcionó una entidad, está ahí para recordarnos de que no hay Justicia. Como el Palacio de Tribunales no es sólo la sede del Poder Judicial, está ahí para recordarnos el poder de la corrupción y la impunidad del Poder. edificaciones, no-edificaciones metafóricas. La AMIA nos habla de la Argentina, un país formalmente republicano, apenas plebiscitariamente democrático y virtualmente federal, donde sigue siendo algo totalmente probable desaparecer. Un lugar donde cualquiera puede desaparecer, es un lugar sin límites reales. Es un Estado trunco. Es una nación que busca la fórmula redentora, el hito refundacional, el modelo para la reconstrucción de la república perdida.

La investigación que no investiga. La Justicia que no aplica la ley. Los funcionarios encargados de defendernos y velar por nuestra seguridad que se asocian a los criminales. Los políticos que también se relacionan con los enemigos de nuestras vidas... Mientras tanto pasaron más de 18 años y los familiares de los que fueron asesinados siguen pidiendo "Justicia". Una palabra que no aparece en el vocabulario de nuestros dirigentes, culpables de que el atentado siga impune, y cómplices de quienes hace casi 20 años decidieron poner una bomba para matar a todos los seres humanos posibles.

La AMIA habla de cosas malas. Quizás por ello no queremos escucharla. Porque en el agujero que dejó pedazo de terreno donde había un edificio, donde funcionaba una mutual israelí, donde fueron aniquiladas en su interior y a su alrededor 86 vidas; vemos otro agujero enorme en la memoria colectiva. Como si en esos cimientos pudiéramos leer una radiografía que espanta, la radiografía de la Argentina.

Y siempre vuelve a la carga con la pista iraní. La pista con la que "quedamos bien" ante Estados Unidos y el Estado israelí. La pista con la que la Argentina es un peón en el ajedrez geopolítico del Imperio del Norte. La pista con la que se pretende dejar impune a los cómplices argentinos de ese asesinato masivo. Y lo más importante, sus relaciones con el poder político. Complicidades internas de las que nuestros sucesivos gobiernos hicieron "la vista gorda". Pero no sólo ellos, sino también la gran mayoría de los sobrevivientes del atentado. Sí, nosotros "miramos para el costado" veinte años. La estrategia de la pista iraní se acomoda al hipócrita extrañamiento que intentamos. "Por algo será" que pasó. Una vez más, como si nunca aprendiéramos. Una vez más, en un espiral de impunidad e injusticia infinito.

La verdad sería un buen consuelo para los familiares de las víctimas. La verdad sería un buen comienzo para romper con esa espiral de decadencia de la sociedad. Pero la verdad hay que ganarla dándole pelea a toda esa basura que parasita en los ministerios, los tribunales, las legislaturas, los despachos gubernamentales. Luchando contra tanto odio infiltrado entre la gente. Ideologías como formas de odio. Faccionalismos como formas de destrucción del hombres convertidos en enemigos. Religiones cuya base es el fundamentalismo y la inquisición. Políticas que no pasan de ser formas de regulación de la injusticia.

AMIA es una señal que no termina en sí misma. AMIA es una aviso que el Poder no comprende o, simplemente, no le importa. Quienes usan el Poder piensan que ellos son antibalas, antibombas y blindados. Por eso no se preocupan. ¿O quienes usan el Poder , muchas veces, son los que disparan (o mejor dicho, mandan a disparar), ponen las bombas (o mejor dicho, ordenan que las hagan explotar) y atacan a los que no pueden blindarse (o mejor dicho, dirigen a los que ejecutan a los inocentes)?

Argentina, país de la impunidad. Argentina, país de memoria agujereada. Argentina, país de gobernantes ineptos o cómplices. Argentina, país donde es absolutamente posible desaparecer. Y los sobrevivientes, nosotros, "la gente", pensamos que eso ya pasó... Ya fue... ¿No entendés?





© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 19 MMXIV

Permitidos su copia, plagio o reproducción sin citar la fuente

No hay comentarios:

Publicar un comentario